viernes, 1 de agosto de 2014

El santo cura de Ars

San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, patrono de los párrocos.
Algunos teólogos modernos se extrañan de que san Juan María Vianney haya sido declarado por Pío XI (23 de abril de 1929) patrono de los párrocos. 
En efecto, piensan ellos, ¿qué tiene que ver un cura moderno con un cura como ése, quien creía en apariciones demoníacas y estaba obsesionado contra los bailes populares, además de haber quedado "traumado" por la Revolución Francesa, y que ejerció su ministerio en un medio rural arcaico, actualmente in-existente en Europa y Norteamérica?
Pues lo primero que tiene que ver un cristiano moderno, decimos nosotros, sea cura o no cura, con el santo párroco de Ars, es su espíritu de oración y contemplación. El fue un modelo de intensa y continua oración. Cumplió fielmente el dicho del Evangelio: "Es menester orar sin desfallecer" (Lc 11, 13).
De su espíritu y práctica de oración sacó fuerzas, como él mismo lo confiesa, para auxiliar a los párrocos impedidos de otras jurisdicciones, ausentes o enfermos. Fue un hombre honda-mente generoso que nunca vivió para sí mismo, sino para auxiliar, socorrer y ayudar a cuantos necesitados a él acudieran. Recordemos algunos datos de su vida. Nuestro santo nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de agosto de 1786, de padres pobres, que lo dedicaron al trabajo del campo y al pastoreo. Su párroco, advirtiendo la piedad carismática del muchacho, lo envió sucesivamente a los seminarios de Vérrieres y de Lyon. Academicamente, Juan no fue un estudiante brillante; pero en piedad y caridad era el modelo de todos los seminaristas. Se ordenó sacerdote, el año de 1815. Por tres años sirvió como vicario cooperador en la parroquia de Ecully y por 41 años en el curato de Ars, villa insignificante, pero de estragadas costumbres, en la que el lema de la Revolución "Libertad, Igualdad, Fraternidad", daba lugar a una lamentable corrupción popular.
Vianney no era enemigo de la libertad ni de la igualdad ni de la fraternidad; pero las en-tendía como las proclamó Cristo, fundadas todas ellas en el genuino amor de Dios y del prójimo, y basadas, Por tanto, en suma humildad; pues no es posible amar a los enemigos Y hermanarse con ellos, sino sobre la base de una honda y humilde abnegación de sí mismo. Por eso, Juan María corrigió prudentemente y pacientemente a sus feligreses, hasta hacer de su parroquia un modelo para Francia y para el mundo católico.
El P. Vianney no estuvo nunca "traumado" por la Revolución Francesa, como lo demuestra la recta y cristiana interpretación que dio a los ideales de la misma, bautizándolos y enderezandolos hacia un mejor conocimiento de Dios y bien del prójimo.
Sufrió persecuciones del enemigo de las almas. Lógicamente el teólogo moderno que, contra las enseñanzas del Evangelio y de la Iglesia niega la existencia de Satanás, se burlará del cura de Ars; pero el verdadero problema quizá consista en saber si las costumbres de ese teólogo no son precisamente una burla de su pretendido cristianismo.
El cura de Ars ejerció tan eficazmente su ministerio en el medio rural de su parroquia, que hasta ilustres personalidades de las capitales de Europa acudían a él: se estaba convirtiendo en el cura de Europa y América. A su confesionario, que llegó a atender hasta durante 18 horas al día, acudían toda clase de celebridades.
¿Cuál era su secreto? La oración ante todo y su entrega confiada, llena de comprensión y de amor a todo el que acudía a él, grande o pequeño, rico o pobre, sabio o ignorante.



El cura de Ars ha legado un testimonio y un ejemplo maravilloso para todos los sacerdotes y laicos que quieran entregarse al servicio espiritual de sus hermanos.
e extinguió dulcemente en el Señor, el año de 1859, el 4 de agosto. ¿Se habrá equivocado Pío XI al proclamarlo patrono de los párrocos?


ORACIÓN COLECTA


Dios omnipotente y misericordioso,

 que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su amor a las almas,
 concédenos que, por amor a Cristo, trabajemos por la salvación de nuestros hermanos 
y podamos llegar con ellos a la gloria eterna. 
Por nuestro Señor Jesucristo, amén.






"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación, llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración". Juan Pablo II, El Misterio y el Culto de la Eucaristía, n. 3.

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